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lunes, 24 de agosto de 2015

¡Hola futuro! The Private Eye



¿Cual es la serie que más me ha impresionado últimamente? Pues ésta; The Private Eye de Brian K. VaughanMarcos Martín con Muntsa Vicente de colorista. La razón de esta fascinación es tanto su calidad artística como su condición de revulsivo editorial al ser distribuida por los propios autores en internet por la modalidad de DRM free a través de la plataforma Panel Syndicate.
La serie consta de 10 capítulos - que cada lector puede bajarse pagando el precio que considere justo, incluso gratis - y obtuvo el premio Eisner al mejor webcomic o comic digital del año 2015.
En la misma plataforma puede adquirirse entera ahora mismo tanto capítulo por capítulo como en dos packs de 5 episodios cada uno y también podemos encontrar otra serie que está en curso; Universe! de Albert Monteys.


El argumento de The Private Eye parte de una premisa original que consiste en imaginar un futuro a medio plazo, en el 2076, donde internet no se usa porque un fallo del sistema dejó al descubierto todos los datos de los usuarios (contraseñas, imágenes, documentos, historiales de búsqueda... ) revelando la cara oculta y a menudo tenebrosa pero real de cada uno. Esta catástrofe global trajo consigo dos grandes consecuencias: la prohibición de internet y la costumbre en los adultos - casi una obligación como la de ir vestido - de llevar máscaras en público para proteger la identidad y la propia imagen.


La gracia de este entorno, de esta especie de distopía, es que las consecuencias menores de la inundación de datos son tan extensas y profundas en la vida cotidiana y laboral que nos sorprenden. Así podemos pasearnos por calles con cabinas de teléfonos ya que no se usan los smartphones, los videojuegos no permiten jugar en línea, los discos de vinilo son habituales al no usarse el mp3 o mp4, la gente se informa en las bibliotecas y con libros o vuelve a reinar la televisión como medio de informacion, de entretenimiento y de manipulación.


Pero es evidente que la filtración de los datos acarreó un cambio profundo en la sociedad estadounidense. La gente se ha vuelto más paranoica, más encerrada en sí misma y radicalmente alérgica a la difusión de datos e imágenes personales. Cuando se revelaron los datos 50 años atrás, miles de personas perdieron sus puestos de trabajo, se rompieron matrimonios y mucha gente fue a la cárcel por lo que desde entonces la opacidad es una forma de vida.
Otra curiosidad de esta ambientación creada por Vaughan es que la policía está formada por agentes/periodistas y que los media son al mismo tiempo informadores y represores en una interpretación sui géneris de la libertad personal y de prensa.


Dentro de este contexto el protagonista, es un investigador privado/paparazzi de Los Angeles que desvela a sus clientes los secretos que tanto se empeñan en ocultar como por ejemplo su aspecto real.
P.I. como se le conoce, recibe un encargo algo especial por parte de una bella mujer; tiene que investigar su pasado por si tiene algo susceptible de ser encontrado por un futuro empleador... evidentemente esta sencilla pero extraña investigación dispara toda una serie de acontecimientos que nadie se espera.


La principal reflexión que deja esta serie es el eterno conflicto entre privacidad e interés público y paralelamente entre seguridad y libertad personal. Dos temas muy presentes en la actualidad y que los autores prevén que seguirán candentes dentro de 60 años. El celo exagerado en proteger nuestra propia imagen y nuestra vida privada puede llevar a crear un entorno histérico, claustrofóbico y paranoide pero dejar nuestros secretos al descubierto puede ser peligroso porque nunca se sabe si se pueden utilizar en nuestra contra. Como se explica en un momento del comic: "todos tenemos secretos que pueden destruirnos aunque no seamos delincuentes".


El personaje del abuelo del protagonista - un médico sin licencia, cascarrabias y parcialmente amnésico - es el encargado de recordarnos lo que se pierde sin la utilización de internet y además sirve de contrapunto pseudo-hippy y libertario a la histérica paranoia que domina la sociedad estadounidense. Es también un homenaje a cierto famoso periodista cibernético del comic reciente llamado Spider Jerusalem.


La serie se inscribe dentro del género negro futurista como Bogey de Antonio Segura y Leopoldo Sánchez, The Long Tomorrow de Dan O'Bannon y Moebius o la película Blade Runner de Riddley Scott pero su principal referente, a menos a mí me la recuerda poderosamente, es Outland (Atmósfera 0) de Jim Steranko especialmente por su estructura narrativa y diseño artístico.


Respecto a la estructura narrativa quiero destacar que ésta es una de las principales cualidades de la obra. Marcos Martín se adapta perfectamente al diseño de publicación digital y al formato de las pantallas de los ordenadores o tablets optando por una distribución de dos o tres tiras que dan al conjunto de la página una forma apaisada. También podría considerarse como una double-splash con un escenario o acción principal y viñetas incrustadas con escenas o detalles secundarios. Por eso mi referencia a Atmósfera 0 de Steranko. Aunque es verdad que esta estructura se ha popularizado mucho en los comics de superhéroes en la actualidad.


Finalmente si nos fijamos en el arte de Martin y Vicente es evidente que se encuentran en un momento dulce de su carrera. El dibujo, la narrativa y el color están perfectamente engarzados. El resultado es límpido, eficaz y atractivo con páginas llenas de acción y otras más pausadas pero todas necesarias e interesantes para el lector. The Private Eye no solo es un comic emocionante, es un comic imprescindible.


Si el futuro del medio pasa porque los autores distribuyan directamente su obra y cobren lo suficiente por ello, si el futuro es que estas obras tengan la calidad que tiene The Private Eye, si el porvenir del tebeo pasa porque paguemos de una manera razonable y justa por leer una buena obra, si este futuro supone que coexistan y convivan en paz la industria del papel y la digital... ¡Hola futuro! ¿Donde hay que firmar?


Salut!

lunes, 10 de agosto de 2015

The Amazing Spider-Man; the golden seventies. Los comics de superhéroes que amo (3)



Un blues de la ciudad.

Surcando los tejados de Nueva York una figura azul y roja recita largos soliloquios que tratan tanto de problemas personales, de crisis sociales e incluso de dilemas filosóficos.
Spider-Man - alias de Peter Parker - es esta figura pensativa que se volvió tan característica en el cielo ciudadano que estoy seguro que más de un turista que viajó a la gran manzana en los años 70 pudo ser sorprendido levantando la vista en busca del amistoso vecino
Pocas series de superhéroes han estado tan presentes en la vida de las personas como The Amazing Spider-Man de aquella década. La leían y presumían de ello tanto chicos como chicas, adolescente como maduros, gente sin estudios como intelectuales, tanto modernos como amantes del comic book convencional, snobs como carcas... 


The Amazing Spider-Man se ha convertido con el tiempo en una serie muy longeva con diversas etapas excepcionales, otras han sido francamente flojas y algunas directamente espantosas. Es una serie con mucha historia y con muchas historias pero según mi opinión su punto de máximo esplendor se sitúa en el lustro que va de septiembre de 1970 a noviembre de 1975. Del #88 al 150 de la serie regular.
Durante estos 5 años The Amazing Spider-Man es el paradigma del comic de superhéroes; una serie total que tanto abarca el género superheroico como el romántico pasando por la serie negra y la ciencia ficción. Así mismo es también la crónica a tiempo real de las esperanzas y los desvelos de un adolescente neoyorquino que va madurando en la gran ciudad. 


Un equipo de lujo.


Se encargaron de explicar todo esto un equipo amplio y variado de artistas de gran talento. El comic de superhéroes es normalmente una tarea colectiva hecho que muchas veces ocasiona disfunciones con resultados artísticos muy discutibles pero aquí la variedad de equipos creativos no truncaron la coherencia de la serie. 
Stan Lee que creó el personaje junto a Steve Ditko siguió a los guiones hasta el #110 para tomar el relevo Gerry Conway en el #111. Antes Roy Thomas se encargó de escribir casi media docena de episodios (del 101 al 104) especialmente recordados.


En el apartado gráfico podemos distinguir 2 etapas; la primera que abarca del #88 al 124 donde se alternan al dibujo John Romita Sr. y Gil Kane siendo entintados por Jim Mooney, el mismo Romita o Frank Giacoia y donde destacan los fondos de Tony Mortellaro
La segunda etapa, mucho más homogénea, abarca del #125 al 149 encargándose Ross Andru de los lápices y de la narrativa con el entintado de Frank Giacoia y David Hunt aunque pueda haber algún episodio dibujado por John Romita. Finalmente el #150 - que sirve de epílogo a este largo periplo - es un especial realizado por Archie Godwin al guión, Gil Kane al dibujo y Mike Esposito, Frank Giacoia y Dave Hunt se encargan de las tintas y de los fondos.


¡La muerte es mi destino!


La muerte es el nexo de unión de todas las historias que componen esta etapa. Sin el ánimo de destripar un argumento, por otra parte de sobras conocido, en el #90 se produce la primera de estas defunciones, la del Capitán Stacy, que sumirá a Peter Parker en un profundo dilema que le acompañará varios episodios. Su participación indirecta en el deceso del padre de su novia le obliga a plantearse su condición de justiciero y le confronta con el amargo precio de ser el superhéroe más perseguido y odiado de su ciudad.


Mucho más dramática y trascendente fue la muerte de Gwen Stacy a manos de El Duende Verde. Gerry Conway, Gil Kane y John Romita llevan hasta las últimas consecuencias el enfrentamiento entre Parker y Osborn y es la novia del joven protagonista la que sufre los daños. Los dos episodios de su muerte fueron absolutamente magistrales. La sorpresa fue monumental entre los aficionados que se implicaron más aún cuando en las historias siguientes el protagonista pasa por todas las etapas del duelo: rabia, desesperación, depresión...  hasta llegar a una resignada aceptación que coincide con el cambio de equipo creativo. Tanto realismo sentimental, tanta atención al periplo vital de los personajes no se daba desde los comics clásicos de la prensa y resultaba increiblemente innovador en los comic books de superhéroes.


Finalmente la "resurrección" de Gwen Stacy supone el último sobresalto que el atribulado Peter debe soportar durante esta etapa. La saga del clon puede ser un final adecuado a una era que para muchos es la verdaderamente clásica dentro de la colección. A partir del #149 ya nada volverá a ser igual. Y muchas veces será peor.

Encrucijada de géneros.


Una de las características más destacadas de esta época de la serie es la impecable mezcla de géneros que confluye en sus páginas. Podemos establecer fácilmente que se trata de un comic book de superhéroes pero también tiene su componente de folletín romántico, sus gotas de género negro, de ciencia ficción e incluso algo de serial para adolescentes tipo Archie.


El resultado sin embargo es homogéneo y de gran riqueza por lo que el lector sucumbe con facilidad a este cóctel temático narrado con ejemplar fluidez.
La aportación constante de John Romita Sr. es fundamental para esta coherencia. Su talento para la caracterización de los personajes y para el género romántico hace que se erija en una especie de guardián de las esencias de la colección y su supervisión tanto en el acabado como en fragmentos del guión, especialmente en las escenas más cotidianas, lo convierte en una pieza clave para el éxito comercial y artístico de la colección. Además es el encargado de un gran porcentaje de las portadas.


El signo de los tiempos.


Se produce a veces un fenómeno imposible de planificar y que no se puede reproducir que consiste en que entre una obra y su público se establece una comunión perfecta que va más allá del simple entretenimiento o afición.
En el comic norteamericano se ha dado con alguna frecuencia, recuerdo por ejemplo el caso de Terry and the Pirates de Milton Caniff y Blondie de Chic Young en la prensa o los comic books de la editorial EC - especialmente los de terror y suspense - por poner algunos ejemplos clásicos y si buscamos en el géneros de los superhéroes sin duda el ejemplo más evidente es The Amazing Spider-Man de la primera parte de los setenta.


Uno de los momentos más decisivos que convirtieron esta serie en la que todo el mundo debía leer fue sin duda La trilogía de las drogas (#96 a 98). No tanto por el enfoque que se le daba a la drogadicción y sus efectos sociales, tratado todo de manera algo pacata, sino porque a pesar de todo el Comics Code en un alarde de papanatismo y falta de visión decidió no autorizar la publicación de esta historia. Este intento de censura provocó una reacción a favor de la serie que se acentuó cuando Stan Lee, con el apoyo de Marvel, decidió sacar los tres números sin el sello del Comics Code. Este hecho insólito hasta entonces en el comic book comercial fue difundido por todos los medios y supuso de facto el principio del fin de este sistema de autocensura editorial.


Además de esta valiente decisión, no exenta de visión comercial y de comprensión de que los tiempos estaban cambiando, Lee y su equipo se esforzaron en incluir en la colección todos aspectos susceptibles de reflejar una sociedad que estaba en permanente ebullición por lo que los enfrentamientos raciales, las consecuencias de las drogas como ya hemos visto, las condiciones carcelarias e incluso la moda hippy tuvieron su reflejo en unas páginas rebosantes de vida y llenas de conflicto.


Incluso se atrevieron a abordar la confrontación, tanto externa como interna, que provocaba la participación de los EEUU en la Guerra de Vietnam. Aunque el argumento no es excesivamente realista intenta huir por lo menos del maniqueísmo imperante en los comics de guerra propagandísticos y se centra en las consecuencias de los bombardeos de las tropas estadounidenses a la población civil aunque sea por error y no como estrategia de guerra como más tarde se comprobará que pasó.
Además estos dos episodios sirvieron para que John Romita realizara su particular homenaje a Milton Caniff uno de sus maestros.


Otro momento culminante de esta etapa es la aparición de The Punisher. Este personaje preconiza la aparición de los antihéroes o héroes oscuros que reinarán durante la década de los ochenta. El Castigador comenzará aquí en el #129 de la colección su andadura de cazador vengativo de criminales con gran éxito de público preconizando un enfoque que será seguido por infinidad de autores una década después. 




Comparando tres páginas.

 (The Amazing Spider-Man #92 pag. 04 - Enero 1971. Gil Kane)


(The Amazing Spider-Man #107 pag. 13 - Abril 1972. John Romita)

(The Amazing Spider-Man # 140 pag. 12 - Enero 1975.  Ross Andru)

No creo que haga falta añadir mucho a las conclusiones que cada uno pueda sacar con la visión de estas tres magníficas planchas. A parte de su impresionante valor artístico y narrativo sorprenden por la homogeneidad del resultado a pesar de estar realizadas por tres artistas diferentes y en tres años diferentes. Casi podrían ser tres páginas consecutivas de un mismo número con Spider-Man como protagonista deambulando por diversos escenarios. Éste es uno de los puntos fuertes de esta época; su impecable continuidad estética pesar de los diferentes equipos artísticos responsables de cada historia.

La ciudad y sus poetas.


The Amazing Spider-Man fue durante el primer lustro de la década de los setenta una colección llena de vida - incluso más grande que la propia vida - llena de asombrosas historias y llena de personajes carismáticos que te enamoraban, te sorprendían y sufrías por ellos. Peter Parker, Gwen Stacy, Mary Jane Watson, Tia May, Jonah J. Jameson, Flash Thompson... villanos como Octopus, El Buitre, El Chacal, Harry y Norman Osborn... todos tenían personalidad, no eran planos, todos se expresaban con su propia voz en una sinfonía coral que dibujaba el retrato de una gran ciudad con sus luces y sobre todo con sus sombras. Tanto Stan Lee como Gerry Conway ayudados puntualmente por Roy Thomas consiguieron enganchar a sus lectores con sus historias humanas y atractivas, llenas de ideas innovadoras y sentido del espectáculo pero sin perder de vista el factor humano algo que hizo de esta serie una lectura única e imprescindible.


Y lo hacían, además, ayudados por una espectacularidad formal nunca vista hasta entonces utilizando a los mejores profesionales de la época en su mejor forma; tanto Gil Kane como John Romita Sr y también Ross Andru pasan por su mejor momento profesional en este lustro y dan lo mejor de sí mismos en esta serie realizando páginas de excelente factura llenas de dinamismo y emoción pero también cuidadas con esmero en cuanto a escenarios y ambientación gracias al excelente trabajo de los entintadores y también de Tony Mortellaro, especialista en fondos.



Todos juntos compusieron un blues triste y profundo, emocionante y conmovedor que cautivó a millones de lectores y sigue asombrando a cuantos aficionados se acercan a esta etapa en la actualidad.
The Amazing Spider-Man de la década de los 70 supone una de las cumbres del comic de superhéroes de todos los tiempos. Su perfecto equilibrio entre épica y drama personal y su férrea imbricación en los gustos y modos de la época convirtieron la serie en un acontecimiento que nadie se quería perder. A su calidad artística se sumó su relevancia social para convertirse en el paradigma de la edad de plata del comic book norteamericano. A partir de entonces todo tuvo que cambiar. Fue imposible hacer nada igual.


Salut!

domingo, 2 de agosto de 2015

HTG: relato de Ondrakor. Antología del comic breve (18)


En la inabarcable lista de revistas de comics que proliferaron en la década de los ochenta había sitio para todo. Sitio para publicar a autores consolidados, para recuperar artistas que había abandonado el medio y para dar oportunidades a jóvenes promesas; también había espacio para algunas series que pasaron a la historia y para relatos plenamente prescindibles. Historias de la Taberna Galáctica de Josep Mª Beà pasó a la historia. 
Esta serie se publicó en la revista 1984 dedicada a la ciencia ficción y la fantasía y editada por Toutain. Relato de Ondrakor, de tan solo 4 páginas, resume perfectamente las características de la obra: humor ácido, filosofía marciana y crítica interplanetaria que sorprendió y entusiasmó a muchos.
Cada relato, de extensión variable, se abre y cierra con un diálogo entre los parroquianos de la insondable y metamórfica taberna que a veces me recuerda a las que frecuentaba Conan el bárbaro en su Hyboria natal y a veces a las salas de fiestas cinematográficas donde Fred Astaire y Ginger Rogers hacían sus vuelos sin motor. Esta estructura permitía comentar y relativizar con sorna la historia central y se adaptaba como un guante al ritmo de publicación mensual de las revistas. Estamos pues ante una serie llena de calidad y talento que además divierte a propios y extraterrestres. A disfrutar...





(portada por Vaughn Bodé y Jeff Jones)

Relato de Andrakor se publicó por primera vez en el #16 de la revista 1984 de Toutain Editor con fecha de febrero de 1980. Posteriormente Historias de la Taberna Galáctica se recopiló en un álbum en 1981 también editado por Toutain y finalmente ya en el año 2001 la editorial Glenat reeditó el álbum en tapa dura.

 
Salut!