¿Cual es la serie que más me ha impresionado últimamente? Pues ésta; The Private Eye de Brian K. Vaughan y Marcos Martín con Muntsa Vicente de colorista. La razón de esta fascinación es tanto su calidad artística como su condición de revulsivo editorial al ser distribuida por los propios autores en internet por la modalidad de DRM free a través de la plataforma Panel Syndicate.
La serie consta de 10 capítulos - que cada lector puede bajarse pagando el precio que considere justo, incluso gratis - y obtuvo el premio Eisner al mejor webcomic o comic digital del año 2015.
En la misma plataforma puede adquirirse entera ahora mismo tanto capítulo por capítulo como en dos packs de 5 episodios cada uno y también podemos encontrar otra serie que está en curso; Universe! de Albert Monteys.
El argumento de The Private Eye parte de una premisa original que consiste en imaginar un futuro a medio plazo, en el 2076, donde internet no se usa porque un fallo del sistema dejó al descubierto todos los datos de los usuarios (contraseñas, imágenes, documentos, historiales de búsqueda... ) revelando la cara oculta y a menudo tenebrosa pero real de cada uno. Esta catástrofe global trajo consigo dos grandes consecuencias: la prohibición de internet y la costumbre en los adultos - casi una obligación como la de ir vestido - de llevar máscaras en público para proteger la identidad y la propia imagen.
La gracia de este entorno, de esta especie de distopía, es que las consecuencias menores de la inundación de datos son tan extensas y profundas en la vida cotidiana y laboral que nos sorprenden. Así podemos pasearnos por calles con cabinas de teléfonos ya que no se usan los smartphones, los videojuegos no permiten jugar en línea, los discos de vinilo son habituales al no usarse el mp3 o mp4, la gente se informa en las bibliotecas y con libros o vuelve a reinar la televisión como medio de informacion, de entretenimiento y de manipulación.
Pero es evidente que la filtración de los datos acarreó un cambio profundo en la sociedad estadounidense. La gente se ha vuelto más paranoica, más encerrada en sí misma y radicalmente alérgica a la difusión de datos e imágenes personales. Cuando se revelaron los datos 50 años atrás, miles de personas perdieron sus puestos de trabajo, se rompieron matrimonios y mucha gente fue a la cárcel por lo que desde entonces la opacidad es una forma de vida.
Otra curiosidad de esta ambientación creada por Vaughan es que la policía está formada por agentes/periodistas y que los media son al mismo tiempo informadores y represores en una interpretación sui géneris de la libertad personal y de prensa.
Dentro de este contexto el protagonista, es un investigador privado/paparazzi de Los Angeles que desvela a sus clientes los secretos que tanto se empeñan en ocultar como por ejemplo su aspecto real.
P.I. como se le conoce, recibe un encargo algo especial por parte de una bella mujer; tiene que investigar su pasado por si tiene algo susceptible de ser encontrado por un futuro empleador... evidentemente esta sencilla pero extraña investigación dispara toda una serie de acontecimientos que nadie se espera.
La principal reflexión que deja esta serie es el eterno conflicto entre privacidad e interés público y paralelamente entre seguridad y libertad personal. Dos temas muy presentes en la actualidad y que los autores prevén que seguirán candentes dentro de 60 años. El celo exagerado en proteger nuestra propia imagen y nuestra vida privada puede llevar a crear un entorno histérico, claustrofóbico y paranoide pero dejar nuestros secretos al descubierto puede ser peligroso porque nunca se sabe si se pueden utilizar en nuestra contra. Como se explica en un momento del comic: "todos tenemos secretos que pueden destruirnos aunque no seamos delincuentes".
El personaje del abuelo del protagonista - un médico sin licencia, cascarrabias y parcialmente amnésico - es el encargado de recordarnos lo que se pierde sin la utilización de internet y además sirve de contrapunto pseudo-hippy y libertario a la histérica paranoia que domina la sociedad estadounidense. Es también un homenaje a cierto famoso periodista cibernético del comic reciente llamado Spider Jerusalem.
Respecto a la estructura narrativa quiero destacar que ésta es una de las principales cualidades de la obra. Marcos Martín se adapta perfectamente al diseño de publicación digital y al formato de las pantallas de los ordenadores o tablets optando por una distribución de dos o tres tiras que dan al conjunto de la página una forma apaisada. También podría considerarse como una double-splash con un escenario o acción principal y viñetas incrustadas con escenas o detalles secundarios. Por eso mi referencia a Atmósfera 0 de Steranko. Aunque es verdad que esta estructura se ha popularizado mucho en los comics de superhéroes en la actualidad.
Finalmente si nos fijamos en el arte de Martin y Vicente es evidente que se encuentran en un momento dulce de su carrera. El dibujo, la narrativa y el color están perfectamente engarzados. El resultado es límpido, eficaz y atractivo con páginas llenas de acción y otras más pausadas pero todas necesarias e interesantes para el lector. The Private Eye no solo es un comic emocionante, es un comic imprescindible.
Si el futuro del medio pasa porque los autores distribuyan directamente su obra y cobren lo suficiente por ello, si el futuro es que estas obras tengan la calidad que tiene The Private Eye, si el porvenir del tebeo pasa porque paguemos de una manera razonable y justa por leer una buena obra, si este futuro supone que coexistan y convivan en paz la industria del papel y la digital... ¡Hola futuro! ¿Donde hay que firmar?
Salut!
3 comentarios:
Espero que lo editen en papel.
jose manuel,
probablemente tu deseo se cumpla.
Saludos.
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