Si tuviéramos que escoger una historia que ejemplificara el paso de Adams por la serie
Sombras en Zamboula sería la escogida. Thomas adaptó un relato de Howard en el que el factor brujería es casi anecdótico y su principal baza consiste en la descripción de las intrigas palaciegas y de los bajos fondos de una ciudad-estado en Estigia. El arte narrativo de Adams amplifica y potencia la historia dándole matices realistas, casi de cotideanedad que hacen que nos sumerjamos en el ambiente de Zamboula como si hubiésemos vivido una temporada en ella. Otro aspecto destacado es que el artista escoge un estilo narrativo más clásico, con menos elementos compositivos y estructurales innovadores, una puesta en escena más transparente para aumentar la sensación de verosimilitud. Este aspecto hace que paradójicamente su dibujo luzca más, que uno admire mejor el impecable sentido de composición y el dominio anatómico del dibujante de
Ben Casey.
Lejos de ser un trabajo rutinario
Sombras en Zamboula demuestra que Adams se tomó muy en serio su colaboración con la franquicia cimeria y que intentó aportar lo mejor de su arte.
Sin embargo los caminos del comic
mainstream son inescrutables y a veces torticeros.
The curse of the golden skull! tenía que ser otro relato de Howard adaptado con cariño para
The savage sword of Conan pero - como explica Thomas - surgió un problema con los plazos de entrega en el comic book principal y tuvieron que adaptar la historia a medio dibujar y con una extensión mayor a los estrechos márgenes del formato de 20 páginas a color.
Esta circunstancia industrial hace que la segunda parte de la historia se resuelva apresuradamente y con demasiadas viñetas por página pero aun así el resultado es un relato interesante, bien narrado y mejor dibujado donde destaca el poético prólogo ambientado en la ficticia era de
Kull el Conquistador. Thomas destaca además la broma que Adams introdujo a modo de fálico monstruo babosa que pasó desapercibida a los censores, naturalmente.
La última balada de Lanza-Lanti, publicado en el nº 45 de
Conan el Bárbaro, también cuenta con un monstruo de forma complicada sin embargo el tono del relato no es nada humorístico. Nos hayamos ante una de las más bellas historias de la serie donde el tono trágico de maldición inexorable planea sobre la pareja protagonista, el bardo que da título al episodio y un reflexivo
Conan en pleno vagabundeo por tierras de Zamora (la Hiboria, claro).
El trágico destino de
Laza-Lanti y la bailarina
Timara es contado por Buscema a los lápices y Adams a las tintas bajo el pseudónimo de
The Crusty Bunkers. Este nombre artístico engloba los trabajos realizados por un grupo de dibujantes agrupados alrededor del estudio
Continuity dirigido por
Dick Giordano y
Neal Adams. El guionista y editor de la serie
Roy Thomas explica con innusual sinceridad como se repartieron el trabajo: "...
se encargaron del acabado, de terminar los bocetos a lápiz de John, y luego los entintaron. Pero, aunque los Crusty Bunkers fueran tan solo un grupo de jóvenes dibujantes que trabajaban para Neal en su estudio y muchos de ellos no pasaran de simples aprendices, Neal siempre los guiaba y se encargaba personalmente de alguna parte del trabajo, sobre todo las caras".El trabajo satisfizo a Thomas y es innegable ver la mano de Adams en páginas como la que podemos ver encima de estas líneas.
"Creo que, como resultado, The last ballad of Lanza-Lanti mantuvo las calidades de dibujo de números anteriores". Estos comentarios los realiza Thomas en los textos introductorios en la reedición en comic book de
Conan el Bárbaro que publicó
Forum a finales de los 90 y principios de la pasada década. Son textos que bajo el título de
Conan the Marvelous, la desconocida historia de Conan el Bárbaro recopilan los recuerdos del máximo artífice de la publicación y del principal impulsor de los comic de fantasía heróica en el
mainstream americano. Sería interesante recopilarlos en un libro, muy interesante.
Estoy de acuerdo con
Manuel Barrero en que esta historia es una de las más hermosas de la serie curiosamente
Conan adopta en ella un papel casi de mero espectador.
The Crawler in the mists fue en principio un comic-disco allá por 1976. El guión fue de
Len Wein y los dibujos a lápiz de Buscema con tintas de Adams y en menor medida de Giordano. Las tres primeras páginas son claramente de Buscema y a partir de la cuarta, la mano del dibujante de
Deadman se nota por doquier. Al dejar la serie Thomas, hubo una época de desconcierto por lo que
J.M. DeMatteis adaptó la historia a la continuidad de
Conan the Barbarian y la incluyó en el nº 116 de noviembre de 1980.
Esta historia es una más de los innumerables encuentros de
Conan y acompañante, esta vez masculino, con un monstruo informe en una ciudad desértica y maldita. Destaca la narrativa limpia, clara y eficaz de Buscema y Adams y la descripción del personaje protagonista noble, inteligente y generoso aunque no exento de ferocidad.
Otra de las grandes historias del cimerio y de
Neal Adams en la serie es
La noche del Dios Oscuro. Esta historia co-dibujada por
Gil Kane y entintada por Adams con
Pablo Marcos y
Vince Colleta se publicó en blanco y negro en la revista
Savage Tales y en color en el nº 15 de
Marvel Treasury Edition en 1977. Está basada en un relato escrito por el mismo
Robert E. Howard aunque con otro personaje de protagonista, concretamente
Turlogh 0'Brien que Thomas se encargó de encajar en la continudad del cimerio.
Es un relato situado en Cimeria, tierra natal de
Conan, a donde volvía de vez en cuando cansado de vagabundear por tierras extrañas. Otra vez el aspecto sobrenatural es escaso y predomina la descripción de las diferentes tribus hiborias y de los aspectos sentimentales que guían al protagonista a rescatar un antiguo amor de juventud. En el aspecto gráfico destaca la alternancia de páginas claramente abocetadas por Kane con otras trabajadas por Adams y del entintado más oscuro y con grises difuminados en aguada (en la versión en blanco y negro) tan característicos del trabajo de Marcos. Una historia seca, sincera y algo nostálgica donde la figura de
Conan vuelve a ser la de un bárbaro paciente, algo filosófico, aunque con sus habituales raptos de furia demente que son su rasgo distintivo.
Finalmente queda por comentar la segunda parte de una historia publicada los nºs 43 y 44 de
Conan the Barbarian. En el primer capítulo el arte corre a cargo del tandem habitual formado por
John Buscema y
Ernie Chan y sin embargo la continuación titulada
Of flame and the wind! será entintada por los
Crusty Bunkers aunque Thomas atribuye el pincel a Adams o a sus ayudantes en un estado inspiradísimo. Se trata de una historia donde el cimerio comparte protagonismo con
Red Sonja y donde se enfrentan a una pareja de vampiros que habitan una torre llamada
La torre de sangre. Un relato algo flojo donde el arte de Adams no destaca en demasía.
El dibujante que renovó los
X-Men dibujó y pintó portadas para
Savage Tales,
The Savage Sword of Conan y
Conan the Barbarian e hizo numerosas ilustraciones para la revista en blanco y negro principalmente. De su paso por la franquicia destaca su interpretación del cimerio al que dió una personalidad más profunda, reflexiva y noble y que encaja mejor con las interpretaciones más modernas del personaje creado por Howard.
Con un puñado de historias interesantes que sus lápices y tintas mejoraron claramente,
Neal Adams cosiguió sacarse de la chistera el tesoro de un arte sencillo, emocionante y profundo. Como la estrella de
Khorala que
Conan sustrae de manera disimulada, Adams nos ofrece una versión del bárbaro cimerio mucho más humana, mucho más auténtica y mucho más creible que la mayoría de relatos anteriores y posteriores. Que sus enseñanzas no calaran hasta mucho más tarde no le quita ni un ápice de valor al noble bruto surgido del lápiz (y el pincel) salvaje de
Neal Adams.